¿Sabes quién era Elena Fortún?
Era hija de Leocadio Aragoneses, alabardero de la Guardia Real, y aunque nació en Madrid pasaba los veranos en el pueblo paterno de Abades, en casa de su abuelo Isidro, fallecido en 1892. Estudió en Madrid Filosofía y Letras. Se casó en 1908 con Eusebio de Gorbea Lemmi, militar republicano y también escritor, que tuvo que exiliarse tras la Guerra Civil y se suicidó en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1948. De él tuvo dos hijos; el pequeño de ellos, Bolín, murió en 1920. Vivió sobre todo en Madrid, pero también residió en Canarias, San Roque, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Francia y Argentina.
Empezó a escribir para niños en 1928 en la revista Blanco y Negro, resucitando la sección de Gente menuda, ya con el seudónimo de Elena Fortún. Pronto las historias de la niña madrileña Celia, que cuestionaba el mundo de los adultos, cuajaron entre los lectores infantiles de manera tal, que la editorial Aguilar se interesó por la obra. Así fueron viendo la luz títulos tan conocidos como Celia, lo que dice, Celia en el colegio, Celia y sus amigos, Celia novelista o Celia madrecita. El último, Celia en la revolución, permaneció inédito hasta hace poco, en que se editó en 1987 por la Editorial Aguilar; es un borrador de 1943. Trabajó en las revistas Blanco y Negro, Cosmópolis, Crónica y Semana, y en las infantiles Macaco, El Perro, el Ratón y el Gato y otras de España y América.
Creó celebérrimos personajes como Celia, el más popular, protagonista de una larga serie de novelas; Cuchifrín y Matonkiki, también protagonistas respectivos de ciclos novelísticos, y otros como Mila, Roenueces, el Mago Pirulo, el Profesor Bismuto, Lita y Lito y La Madrina. Elena Fortún comprendía como nadie hasta el momento la psicología infantil y se granjeó la simpatía de los niños, que se podían identificar fácilmente con sus personajes rebeldes y reconocibles en la calle. Sabe cómo ponerse a la altura de los niños y entra en su mente y en sus ilusiones; sabe qué decirles y cómo hablarles, porque Elena Fortún toma partido, definitivamente, por el bando infantil.
Aunque no se comprometió en partido u organización política alguna, Encarna Aragoneses siempre fue republicana porque pensaba que la II República estaba llamada a acabar con el analfabetismo y con la situación de desigualdad que vivía la mujer, pues fue Elena Fortún una feminista irredenta. Sus narraciones extensas han relegado al olvido su narrativa corta, muy abundante y de gran calidad. La mayor parte de estas historias se publicaron en las páginas de las revistas antes mencionadas (Gente Menuda, Crónica...) y muchas de ellas fueron recogidas después en dos volúmenes titulados Los cuentos que Celia cuenta a las niñas (1951) y Los cuentos que Celia cuenta a los niños (1952). Pero gran parte de los otros no han vuelto a ver la luz y merecen, por sus calidades aún vigentes, una adecuada recuperación. En todos ellos es visible una recuperación y modernización de la tradición popular.
En el Parque del Oeste de Madrid fue erigida en 1957 una estatua a su memoria, realizada por el escultor murciano José Planes.
La obra mágica de Elena Fortún: los cuentos revolucionarios de la pequeña Celia
No hay comentarios:
Publicar un comentario